viernes, 3 de abril de 2015


 Anoche

anoche en navidad rompí todo. dice mi hermana juli que gritaba por las rejas a las cinco de la mañana, gritaba que no, que no y me lastimé las manos con alambre mientras les aullaba a los vecinos que aún dormían. dice que lloré mucho contra el pasto y después en un rincón de la cocina. lloraba, me dice juli, porque nunca tuve un hijo con mi ex y porque me estaba despidiendo de esa casa. dice que después me levanté enloquecido y cansado de llanto y revolée una heladera de rolitos al 504 de mi viejo que está estacionado desde que él murió hace cinco años.

lloraraba, me dice juli, cuando agarré las llaves del auto. ni mis dos hermanas ni mi vieja querían que yo manejara y, cuando forcejeamos por las llaves, tiré a mi vieja al piso. yo quería irme en el auto así como estaba, irme de violencia y llanto, irme veloz y de chapa. quería que ese fuera mi suicidio y no me molestaba matar a alguien en el proceso de mi muerte. ahora sé que jamás voy a matar a alguien.

me encerraron dentro de la casa de ciudad evita donde crecí, y yo golpeaba las paredes y pateaba las sillas, rugía de dolor y golpeaba el piso con mis puños. les enseñé que las sillas podían revolearse, que una reposera sola podía romper el parabrisas del 504 casi sin puntería y haciendo muy poca fuerza. creo que lo aprendieron. quise ahogarme en la pileta sucia y lanzar botellas vacías contra el quincho, quise romper todos los vidrios de la casa, denunciando la falsedad de su reflejo. creo que también pensé en mi viejo y lo putée mucho por la mierda que se olvidó acá.

finalmente me dieron las llaves del auto, pero trabaron el portón y volví a quedar encerrado. yo me trabé en el asiento de atrás y me quedé durmiendo con las ventanas arriba. un poco morí de calor. dormí ahí hasta el mediodía. dormí en cuclillas y respirando fuerte, con los puños y los dientes apretados de enojo y de pesadillas.

me dice juli que mi vieja no durmió, que se quedó baldeando, que juntaba los pedazos de vidrios del suelo, que manguereó toda la madrugada para sacar las astillas peligrosas y los palitos de las estrellitas que encendimos varias horas antes con mi sobrina de seis años. juli dice que mami, toda tan menudita, se quedó acomodando el desastre que yo había dejado. cuando me lo dijo, pensé que mi familia y yo esperamos ese final desde que nacimos, y que ese desastre ya estaba escrito, y que era el menor de los sacudones que nos había tocado.

al día siguiente, al levantarme, me dolía mucho la cabeza y entré todo transpirado a comer a casa. mi otra hermana me sirvió vittel de mi vieja y me dijo que siempre al otro día es más rico, como me gusta a mí. nos sentamos a comer y mi vieja estaba re-contenta. comimos y jugamos a los dados. cuando quise abrir una cerveza todas las mujeres de mi vida dijeron que no, que vayamos a la pile, que el día estaba lindo.

ahora mi vieja se sienta en una reposera en el patio, bien cerca de nosotros con sus crocs que le regaló papá noel y que no le hacen doler el juanete. se le cierran los ojos. le digo a mi vieja que se haga una siesta, me dice que no quiere dormir, que no tiene sueño. lo dice con esa negación del dolor que tiene desde que soy chico. en cambio, jugamos una escoba del quince entre risas.

sé que mami no quiere dormir porque quiere pasar el 25 todos juntos, comiendo el pan dulce con mate y viendo todas las selfies que nos sacamos la noche anterior. yo creo que mami no quiere dormir por otra cosa.

yo creo que mami no quiere dormir porque esta es la última navidad en esta casa que parece que ya se vende, el último 25 en nuestra casa, que es mucho más suya que nuestra por todos los años y todos los recuerdos que a ella le traen. y también porque esta casa, antes de ser una casa, fue su proyecto y su sueño, fue también todas esas cosas que no se compró para así comprar esta casa, y fue también fuente de todos sus miedos.

sentada en la reposera, mami no duerme porque quiere recordar todo para siempre, mami quiere guardar esa cena y ese almuerzo y ese vittel y ese pan dulce como el último de todos juntos en esa casa, mami quiere devorar, con sus ojos adormecidos, esa tarde hermosa de verano con toda la familia alrededor de ella, mami quiere hamacarse con la brisa y los sonidos de su nieta jugando conmigo en la pile, de los dos riéndonos para siempre. mami quiere abrazar, mientras cabecea de sueño esta postal de lo que fuimos y lo que pudimos ser.


también sé que mami sabe editar sus dolores, porque para mami los destrozos de anoche son también un gran recuerdo. con mi juego de muerte tan descarnado, ella también recuperó algo (lo sabe ahora que está adormeciéndose en la reposera).

anoche, cuando yo salté del techo al suelo y me lastimé la rodilla con los vidrios del piso, ella se sintió un poco más madre y más joven y con más energía. creo que anoche mami no durmió, sobre todo, por eso.

porque para mami ser madre es como tomar un par de rayas, pero rayas de otra cosa, que también te mantienen mucho más despierto y mucho más arriba.  siento que anoche yo fui más hijo, porque desde que murió mi viejo yo había dejado de ser hijo, y también siento que ella pudo ser más madre.

siento que anoche fue su noche. no la mía.

Mati Prieto


Sobre el cuento: 

No se me ocurre un comentario os, la pasé bien cuando lo escribí, buscaba reconstruir lo que pasó, jugar al dominó con lo que duele



Matías Prieto, Nací en Merlo, Buenos Aires. Hijo en tránsito a padre. A veces escribo, otras nomás me desgrabo.


3 comentarios:

  1. excelente este trabajo Matías Prieto, con tu forma de escribir que parece tan natural como la respiración. siempre profundo, siempre ligero. beso flavia.

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  2. muy bue cuento, muy bueno el recurso de contar a partir del recuerdo de la hermana. Muy bueno el ritmo. Feroz al principio y luego más pausado. Lo único que tal vez al final quiere explicar un poco. Pero lo mismo un gran cuento

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  3. Hay algo siempre muy vivo en lo que hace Mati, y una fluidez en cómo lo dice. No lo había leído y me gustó mucho.

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